El 9 de noviembre de 1989 la caída del Muro de Berlín se instala como un momento bisagra en la historia contemporánea. La posterior e inevitable disolución de la URSS termina con la polarización entre comunismo y capitalismo. El fin de la Guerra Fría abre la puerta a la Globalización y su correlato en el terreno económico: el Neoliberalismo. En palabras de Fukuyama, es el fin de la historia.
De este lado del mundo, los efectos de esa “muerte de las ideologías” y el arribo de la sociedad de mercado llegan de la mano de un líder que promete no defraudar, y hace creer a la joven y aún endeble democracia que es posible derrocar una hiperinflación que llega al tres mil por ciento con magia: un dólar es igual a un peso.
En el marco de una Argentina corroída por los efectos devastadores de la Dictadura, el gobierno menemista privatiza o interviene las empresas estatales, desmantela la red ferroviaria, permite la enajenación de la jubilaciones y bajo el concepto de “flexibilización” desanda un siglo en materia de derechos laborales.
En Rosario, aunque la desindustrialización, el aumento del desempleo y la destrucción del salario llevan en 1989 a un luctuoso episodio conocido como “Los Saqueos”, para principios de los 90 se conjugan una serie de acontecimientos que hacen que la ciudad viva un momento de inusitada efervescencia cultural.
En 1992, el mismo año que Fito Páez presenta el que sería el disco más vendido de la historia argentina, sobre las márgenes del Paraná se inaugura el Centro Cultural Parque de España, una gran obra arquitectónica promovida por la colectividad española en Rosario para conmemorar el V Centenario. Con la firma del catalán Oriol Bohigas y el financiamiento del gobierno español el CCPE irrumpe en el decrépito paisaje portuario trayendo a estas costas una propuesta cultural completamente innovadora.
Mientras la joven democracia empieza a consolidarse, quienes salen primero a pronunciarse serán los artistas e intelectuales. La ciudad es un hervidero de ideas, encuentros y propuestas para el momento que se abre. En sintonía, la mirada de los primeros intendentes tendrá un horizonte claro: hay una oportunidad histórica de reconstruir lo arrasado, y en ese proceso la cultura juega un papel fundamental.
Reunirse, manifestarse y celebrar serán la materia prima para construir una nueva ciudadanía, conciente de los valores democráticos y comprometida con la Rosario del futuro. Y esto solo es posible a través de la participación y el diálogo, pero también a través de la libre expresión, del arte en sus distintos lenguajes y formas. La cultura se vuelve la vía natural para dar carnadura al enunciado Nunca Más.
La idea de Bohigas, que con su Parque de España propone “dar vuelta” la ciudad al río, cruza el mar y reconvierte la Barcelona del Mundial. No son pocas las miradas que ahora se posan en lo que está pasando en Rosario.
A comienzos de 1993, dos acontecimientos felices se conjugan: la promoción de la Subsecretaría de Cultura al rango de Secretaría -que ahora tendrá presupuesto propio- y el inicio de actividades del CCPE.
Como inquieta y activa protagonista del movimiento cultural de la época, Marcela Römer propone en esta muestra una mirada sensible sobre aquéllos lejanos, agitados, prolíficos, preciosos años.